Hace unos años, cuando trabajaba en la revista PC World hubo
un conato de implantar el teletrabajo. Se hizo una prueba piloto con una de las
publicaciones y se dotó de un teléfono móvil de antepenúltima última generación
a cada uno de los redactores y de ADSL en cada casa de los periodistas. Así,
con estas dos tecnologías ya podían teletrabajar, entendiéndose por ello el
poder trabajar desde casa (en realidad en cualquier ubicación); o al menos, así
se concebía allá por el año 2004.
El resultado no pudo ser más desastroso. Parte de los
periodistas que trabajaban en aquella época en dicha revista asociaron
teletrabajo con “ya trabajaré cuando yo decida”. Se les dio la mano y cogieron
hasta el hombro. Me contó el director de la publicación que, en una ocasión,
llamó a uno de sus periodistas, sobre las 9:30 de la mañana (supuestamente
debían estar trabajando y conectados a las 8:30) para que se acercara a un
céntrico hotel de Madrid a una rueda de prensa. La respuesta que recibió fue un
quejido y un lamento porque “jo tío, me
pillas ahora mismo haciendo la compra en el supermercado”. El director,
entre la incredulidad y que le pilló desprevenido, creo que simplemente colgó
(o al menos eso me dijo) y fue él a la rueda de prensa. Pero es que a la semana
siguiente, al volver a decirle a otro de los periodistas que tra-ba-ja-ra y fuese a otra rueda de prensa,
se encontró con el malestar de ese pobre gacetillero porque “estoy justo entrando al gimnasio”.
Como es lógico, finalmente no se trasladó semejante
iniciativa al resto de publicaciones porque podría ser funesto para la cuenta
de resultados de la compañía.
El problema, bajo mi punto de vista, no fue otro que asociar
teletrabajo con día de vacaciones “porque como no me ves, no me puedes echar la
bronca”. Y claro, eso no es; nene caca.
De lo que se trata es de concienciar a los empleados y
hacerles entender en qué consiste el teletrabajo. En la empresa en la que
trabajo (Think&Go!) está implantado un sistema de teletrabajo completamente
flexible. Cada empleado dispone de un ordenador portátil, un módem USB y un
teléfono móvil Si cualquiera de nosotros no podemos acudir a la oficina por
cualquier razón (el crío se ha puesto malo o tiene vacaciones y no tenemos con
quién dejarlo), podemos trabajar desde nuestra casa. El director general jamás
ha dudado que efectivamente estamos trabajando cuando estamos “teletrabajando”;
más que nada porque el trabajo finalmente sale. Y a él le importa tres leches a
qué hora estés trabajando, o si tienes que cuidar a tus hijos pequeños. Parte
de la presunción de que sus empleados son lo suficientemente maduros para
trabajar desde la oficina, desde casa, en el tren o en cualquier lugar a
cualquier hora; y eso es el teletrabajo, conciliar los intereses de la empresa
con los del trabajador.
Recientemente un banco español de primera línea ha anunciado
que una gran parte de los empleados que
se encuentran en servicios centrales podrán teletrabajar. Medida que afectara a
unos 20.000 usuarios; o lo que es lo mismo, si contabilizamos –de media- una
hora en desplazamientos ida y vuelta al lugar de trabajo, millones de horas
ahorradas al cabo del año, con un gran ahorro en combustible, amén de otras
consideraciones como la posibilidad de evitar improductivas reuniones y
realizarlas por videoconferencia. Como es lógico, los empleados de oficinas que
realizan labores comerciales tendrán que seguir yendo a trabajar pero, qué duda
cabe que si los ahorros de la empresa se trasladan a todos los empleados éstos
también podrán ganar tanto en una mayor efectividad como en incentivos
pecuniarios.
