viernes, 20 de enero de 2012

¿(Ab)Usas de la tecnología?


Hace poco más de un año me reuní con un directivo de RTVE. Contactamos a través de linkedin.com  y me explicó que le gustaría que contara mi experiencia con el cáncer para que, a través de sus conferencias, los asistentens pudieran sacar algo en limpio. Por supuesto que la experiencia es un grado, en cualquier faceta en la vida. Pero cuando las experiencias provienen de gente joven que antes de llegar a los 30 años supera retos increíbles, la cosa cambia; y mucho.
 
El directivo en cuestión quería unir, hilar, cómo la tecnología podía ser sumamente provechosa tanto para el empleado como para la empresa pero, el pero de siempre, sin pasarse en el uso de la tecnología. Es decir, de forma muy simplista, explicar cómo la aparición de nuevos dispositivos y servicios tecnológicos pueden aportar un extra de confort a las personas. Las tecnologías (bien usadas) nos pueden aportar un gran beneficio -valor- añadido al poder trabajar desde cualquier lugar y a cualquier hora. Pero claro, si el uso se convierte en abuso, el discurso cambia radicalmente. Así, se ha pasado de trabajadores (desde empleados hasta altos empresarios) que han utilizado, por poner un caso, la BlackBerry para ver los últimos correos del trabajo a estar permanentemente conectados al cacharrito en cuestión. Quien dice BlackBerry dice iPhone, portátil, tableta, etc. El caso es que no podemos ser tan dependientes de la tecnología. Recientemente Volkswagen ha anunciado que limitará el servicio de los teléfonos de empresa a un gran grupo de trajadores una vez terminado su horario laboral; para que puedan desconectar y se puedan centrar en su esfera privada.

Aunque claro, igual hay gente que prefiere no volver a su esfera privada y seguir en su despacho, en su oficina. El directivo de RTVE me ofreció un dato para el análisis ciertamente aterrador: un elevado porcentaje de empresarios que han sido recientemente padres, con hijos por debajo de 5 años, estiran hasta el límite su estancia en la oficina (fines de semana) e incluso se inventan reuniones o -simplemente- "cariño, no me esperes a cenar que estoy cerrando un presupuesto" sólo con tal de no llegar a casa, cansado, y tener que adentrarse en la otra rutina que, por lo general, ellos mismos, han escogido: su familia, sus hijos, bañarles, cambiar pañales, aguantar lloros y -también- cientos de experiencias sumamente gratificantes. Claro, cuando me dijo esto, no es que no me lo creyera, porque particularmente conozco en mi entorno cercano personas que funcionan así. Pero pienso, qué pena tienen que pasar esos hijos al no poder disfrutar de sus padres; y qué pena esos padres que optan por llegar a casa con todo el "pastel", un delicioso pastel por cierto, en silencio, con los niños cenados y acostados, sin que me molesten mientras tomo algo rápido y me siento en el sofá y continúo... haciendo que trabajo.

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