Pocas horas antes de que finalice 2012, el año se va de mi agenda con una grata sorpresa: uno de mis clientes me ha dicho que no sólo quiere que siga trabajando para él sino que, además, me insta a que continúe en mi línea de trabajo y añada nuevas atribuciones, remuneradas aparte.
El por qué de esta decisión lo tengo tremendamente claro: desde el día 1 de nuestra relación profesional no me limité a realizar lo estipulado en el contrato de trabajo. Cada día, cada semana me esforcé por ofrecerle un verdadero valor añadido que pudiera sorprenderle. Han sido acciones que él no se esperó y, fruto de ello, ha mostrado su agradable sorpresa. (Ver más aquí) Si llevas tu coche a reparar a un taller y cuando lo vas a recoger observas que te lo han dejado como los chorros del oro por dentro, perfumado, y encerada la carrocería, lo más posible es que hagas lo siguiente: recomendar el taller a todos tus amigos y familiares; y, si tienes que volver al taller, ya sabrás dónde llevarlo. ¿Estaba obligado el taller a encerarte el coche? Posiblemente no. Pero el gerente del taller sabe que si ofrece un valor añadido extra a su cliente, éste quedará tan contento que no le será difícil recomendarlo.
Y algo así me ha sucedido con mi cliente. Me contrató para la gestión de comunicación y ha visto que ahora -además- tiene nuevos clientes y patrocinadores.
Puedes hacer siempre lo mismo o intentar innovar, sorprender a través de los detalles. Esa es la gran diferencia que te marcará y diferenciará de tus competidores.