miércoles, 27 de marzo de 2013

TACTO

Ayer un amigo mío me comentaba que por qué había dejado de escribir. Le conté que estaba atravesando un momento tremendamente agrio debido al repentino fallecimiento de mi hermano, de 42 años, y al que me encontraba muy unido. En estos días de tan intenso dolor es cuando hemos podido comprobar que, una vez más, el ser humano en ciertas ocasiones tiene la cabeza -literalmente- de adorno. Y os explico.

 Entre las múltiples gestiones que ha tenido que realizar mi padre -haceros idea de su estado anímico- relacionadas con el óbito de mi hermano, además ha decidido cancelar determinados servicios que mi hermano contrató en su casa: teléfono, móvil, luz, etc.

Sirvan de ejemplo dos situaciones donde el tacto y la "humanidad" brilla literalmente por su ausencia. A los pocos días de fallecer, mi padre se puso en contacto con su operadora de telefonía móvil y solicita la baja de los servicios de teléfono y ADSL debido al fallecimiento del titular. La operadora cancela inmediatamente  el servicio. Siguiente llamada: Vodafone. Mi padre solicita la baja del servicio, aportando la documentación exigida y, ¡Ops, primera sorpresa! Le comentan a mi padre que como mi hermano contrató los servicios hace menos de 12 meses tiene que abonar (agárrense los machos) 520 euros por un teléfono que tiene 6 meses de uso. Mi padre insiste en quiere cancelar el servicio, no llevarse la línea a otro operador. Finalmente, y después de unas consultas, Vodafone cree oportuno no requerir dicha cantidad.

Otro. Mi hermano estaba actualizando su "inglés" y para ello contrató un curso con Vaughan. Puesto que mi hermano se encontraba en paro, decide pagar el curso en diversas cuotas. Llamamos a esta academia y explicamos lo sucedido. Una señorita nos insta a que devolvamos los siguientes dos recibos. ¡Mal hecho! Vaughan se pone en contacto con mi padre y le dice que el curso lo tiene que pagar, como "heredero". Ofrecen la posibilidad de que alguien lo pueda retomar desde donde mi hermano lo dejó. Pero ¿y si no es mi nivel? ¿Por qué tengo que obligarme a hacer algo que no quiero hacer? El precio en realidad es una miseria (unos 1000 euros); e insisto, no se trata de la cantidad, sino de las situaciones. Creo que no es comparable cancelar un curso de idiomas, o una línea de teléfono, porque no lo quieras a cancelarlo porque te mueras.

No estaría mal por tanto que, dentro de sus absurdas cláusulas, incluyeran algo así como : "En caso de fallecer, usted pagará igualmente todos los servicios contratados". No, eso no. No queda elegante, ni bonito. Mejor si acaso, cuando llegue el momento, reclamamos a sus herederos. ¡Qué tristeza de mundo, qué poco...tacto!

No hay comentarios:

Publicar un comentario