En las dos últimas semanas he podido comprobar de manera muy
directa cómo las apariencias engañan (y mucho); tanto desde el punto de vista
personal como laboral. Lo de hoy, ya es para nota. Os cuento.
A principios de esta semana, un familiar me contó que a la
salida de su trabajo, en una céntrica y concurrida calle de Madrid, se topó con
una chica joven (unos 40 años) muy bien vestida y que lloraba a moco tendido
porque, según ella, la acababan de robar la cartera y tenía que coger un tren
para Salamanca. El buen vestir de la moza hizo que mi familiar no dudara de su
historia y le aflojó 40 euros (a todo trapo) para que pudiera comprar su
billete. Sí, ya sé que ni el 0,00001 % lo hubiera hecho; a lo sumo, la calderilla
que llevásemos en el bolsillo. Pero el caso es que–y según este familiar- su
“pinta” no la hizo dudar de que fuese verdad la historia. Ahora, yo me
pregunto, y si quien pide el dinero es un pobre andrajoso con la misma
historia, ¿qué hubiera sucedido, hubiera corrido la misma suerte? Por supuesto
ya se ha visto que la señora es una timadora y conocida en la zona por los
asiduos.
Y ahora mi historia (verídico). Hoy por la tarde he
aprovechado el buen tiempo y me he ido a dar una vuelta por la urbanización
donde mis padres tienen una casa. He salido a la calle con mi cámara Canon y
con un objetivo nuevo que me ha prestado un cuñado mío (por cierto, fantástico
el objetivo, con un f2,8). He estado probando diversas aperturas de diafragma,
paisajes, plantas, casas, etc. Habré estado paseando unos 35 minutos por las
calles, tranquilamente…hasta que me he encontrado con la policía local. Se han
bajado los dos agentes y me han solicitado la documentación, algo que no les he
podido facilitar pues cuando salgo a pasear suelo usar ropa cómoda,
concretamente un pantalón de chándal, un jersey y un barbour viejo. De modo que
les he invitado a que me acompañasen a casa y que les enseñaría la
documentación que quisieran. De camino les he preguntado por qué me pedían la
documentación y, hete aquí la sorpresa: “Es que un vecino nos ha avisado de la
existencia de un señor que corresponde con sus características, haciendo
fotografías y, como da la casualidad que últimamente se están produciendo
robos…”. ¡O sea, que me están diciendo –en toda la cara- que como ha habido
robos, y como cuando salgo a pasear no me pongo los Armani ni me engomino el
pelo, yo soy el que corresponde con el perfil de chorizo! Cojonudo, lo que me
faltaba por oír. Les he llevado hasta casa, han visto que accedía a la vivienda
con mis propias llaves y les entregaba la documentación que llevaba en el
coche. Les he dicho, además, que si querían llamaba a mi padre para que diera
fe de que yo vivo en su casa. Claro, cuando han visto que difícilmente yo no correspondo
con el caco, me han dicho que no hacía falta y que perdonara las molestias.
Molestias no, incomodidad; porque resulta que con la simple llamada de un
vecino diciendo que hay alguien que parece sospechoso de “algo”, uno ya se
encuentra en la punta de mira.
En fin, otra anécdota más. Moraleja: prohibido salir a
pasear si no es con la ropa de los domingos. Aunque, espérate…que a la vista
del supuesto fraude del directivo de la CEOE,
señor Díaz Ferrán; del supuesto fraude de Don Iñaki Urdangarín; del
supuesto fraude de los Ruiz Mateos; del supuesto fraude del alcalde de
Sabadell; del supuesto fraude de Gao Ping….no hace falta que siga, ¿verdad?
Mejor salir con mi viejo barbour, más honrado.
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