jueves, 29 de marzo de 2012

DIARIO DE UN PADRE UN DÍA CUALQUIERA

Hoy a las 7:20 me he despertado antes incluso de que sonara el despertador. Mi hija de 4 años ha decidido dormir en mi cama y como ya no quería dormir más, me ha pedido el desayuno. Me he levantado a dárselo, he desayunado con ella. Luego, mientras me duchaba, mi hijo de 2 años ha empezado a llorar. He tenido que batir mi propio récord en asearme para ir a atenderle. En cero coma me he vestido y -cuando estaba atendiéndole- mi hija me pedía que la ayudara a vestirse. Con uno colgado en el cuello he tenido que hacer malabares para vestir a la niña. Cuando he terminado de esta tarea he ido a recoger los desayunos y poner un lavavajillas. Después he ido a poner el desayuno al pequeño, pero la mayor me grita desde el cuarto de baño para que la limpie el "culete". Cuando llego a la cocina, el pequeño se ha tirado todo el desayuno encima. Vuelta a empezar. Son ya las 8:30 y aunque el colegio está a tan sólo 2 kilómetros (y vamos en coche), seguro probablemente llegaremos tarde. Después de limpiar convenientemente al muchacho, meter en una mochila mi tartera con comida y recoger el portátil del trabajo, tengo que arrastrarles hasta el ascensor porque no quieren ir al colegio y quieren ver La Casa de Mickey Mouse (qué listos; y a mí me gustaría quedarme en la terraza tomando el sol). La espalda la tengo a punto de caramelo de sudor (y sólo estamos en marzo).
 
Llegamos a un parking cerca del cole. Bajo a la mayor y el pequeño me dice que tururú, que le coja en brazos que él está de huelga de piernas y que no quiere andar. De modo que me tengo que echar a mi espalda su mochila, en una mano el paquete de pañales y, colgado del brazo, al niño. Con la otra mano tengo que llevar a la mayor. El colegio está en una pequeña cuesta y cierran las puertas a las 9:10. Me quedan 2 minutos escasos para hacer los 200 metros con todo el lastre que llevo. La frente la llevo más empapada que Contador subiendo el Tourmalet y la espalda...estoy por pedirle a mi jefe que instale una ducha portátil para refrescarme cuando llego al trabajo.
 
He conseguido dejarles on time. Ahora viene la segunda parte: mi trabajo (por el que me pagan, vamos). Tengo que hacer 13 kilómetros en el mínimo tiempo para llegar a una hora decente. De momento no me han puesto una multa, aunque eso es lo que menos me importa, mientras no tenga un accidente. Después de una jornada laboral intensa, toca recoger a los niños. Salen a las 5 menos 10 de la tarde y tengo que calcular el tiempo para salir de mi oficina, llegar al coche, deshacer los 13 kilómetros que separan, aparcar (tarea ardua) y recogerles.
 
Ahora con el buen tiempo, el parque es un hervidero de madres y "cuidadoras". Hace un par de años, me sentía extrano (por aquello de ser el único hombre del parque). Hoy me siento como pez en el agua. Algunas me llaman el "chollo marido".
 
Mientras ellos se desfogan en el parque yo tengo que seguir atendiendo mi trabajo a través del móvil. Y la verdad es que resulta complicado cerrar una reunión mientras tienes que empujar a un niño en el columpio y vigilar con el rabillo del ojo que la mayor no se escape. En fin, una ¿odisea? Después de una tralla considerable llega lo más divertido: convencerles de volver a casa a bañarnos y cenar. ¡Ja, ja, ja!
 
Mientras juegan un rato en su habitación preparo una cena rápida. Rápida no, fulminante. Ya quisieran los de McDonalds ser tan rápidos como un servidor.
 
El baño: ellos no tienen la culpa de que me hayan tenido que operar 3 veces de una hernia discal y lleve la espalda sujeta con tornillería; ni que yo mida 2 metros de alto (ni ellos de ser tan bajitos). De modo que para evitar partirme el espinazo, finalmente optó por hacer un 3x2 y meterme con ellos en la bañera y así minimizar riesgos de contracturas. La lucha viene porque al principio ninguno quiere bañarse y luego resulta que no quieren salir. Como está mandado...he tenido que soportar lloros pero finalmente están limpitos y con el pijama puesto.
 
Llega la hora de la cena, sobre las 8 de la tarde y por la puerta suele llegar el relevo: mi mujer. Cada uno tiene lo que tiene y a ella ya la gustaría poder estar más tiempo en casa para estar con los niños, pero así nos dividimos las tareas.
 
Hoy no he hecho huelga. He ido a trabajar, como ayer, como mañana. Porque del mismo modo que el cuidado de mis hijos es mi obligación, igualmente lo es (sobre todo por los que no lo tienen) acudir a mi trabajo.

3 comentarios:

  1. Muy buen comentario!! Pero que lindo es poder cuidar de tus hijos. Desde luego que tu descanso es más que merecido!!!

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Hay veces que cuando los estoy durmiendo me quedo frito antes que ellos en la mecedora de su habitación.
      Un saludo

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  2. Afortunado tu por poder cuidar de tus hijos y afortunada tu mujer por poder tener tu apoyo.
    Cuantas Madres dariamos lo que fuera por que los Padres vivieran tan solo un día completo con nuestros hijos, y de esta forma, no solo disfrutar de ellos y ellos de sus Padres, sino tambien darse cuenta de nuestra vida maratoniana de la que tanto dicen que exageramos :-)

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